Dolor de espalda
Claves para no dar la espalda al dolor lumbar

Las molestias dorsales están entre las afecciones más frecuentes. La higiene postural, la prevención y el consejo médico son sus principales remedios

Caminar erguido tiene un alto coste, y eso lo sabemos muy bien todos los humanos porque a todos, en algún momento de nuestra vida, nos ha dolido la espalda. A menudo es una consecuencia del estrés, las tensiones y, especialmente, el sedentarismo y las malas posturas propias de la vida moderna.

 Pese a ser uno de los dolores más comunes en todas las personas, pocos afectados le atribuyen la importancia que tiene, lo que conduce a que se pospongan soluciones para tratarlo, eliminarlo y evitar su reaparición siempre que sea posible.

El dolor de espalda es el dolor mecánico que afecta al aparato musculoesquelético, es decir, a los músculos y vértebras. Dependiendo de su localización, se denomina cervicalgia, cuando afecta a las vértebras cervicales; dorsalgia, si afecta a las dorsales; y lumbalgia, si se localiza en las lumbares, en la parte inferior de la columna. Pero, además, este dolor puede tener su origen en problemas estructurales de la columna, como una desviación (escoliosis), el desgaste de los huesos (artrosis) o las hernias en los discos (almohadillas que se hallan entre las vértebras). En la mayoría de ocasiones su origen es un problema mecánico músculo-esquelético, aunque se trata de un síntoma que no es característico de una enfermedad, sino indicador de varias. Por tanto, puede ser también el reflejo de un cólico de riñón, un problema digestivo, endocrino o ginecológico, entre muchos otros.

En el diagnóstico del dolor de espalda hay que tener en cuenta que una radiografía no siempre revela la presencia de un daño estructural, como la escoliosis, la artrosis o las hernias. Incluso se da el caso de que en muchos pacientes se han constatado estos daños pero, en cambio, no hay dolor en la espalda. Por esta razón, intentar buscar una causa estructural del dolor en las radiografías se considera un concepto antiguo por parte de los clínicos. En caso de duda, en la actualidad se tiende a prestar mayor atención a los síntomas que describe el paciente que a la información de las placas radiológicas.

Tratamientos

Los tratamientos disponibles para el dolor de espalda, asociados a distintos grados de evidencia científica, son numerosos. Los fármacos analgésicos y los antiinflamatorios (paracetamol e ibuprofeno administrados a intervalos regulares y no en función de la demanda del paciente) y los relajantes musculares (como diazepam a dosis bajas, durante una semana y siempre que no genere dependencia en una persona) representan el primer escalón terapéutico para combatir el dolor de espalda.
Gracias a estos fármacos y medidas de higiene postural, el dolor cede en la mayoría de los casos. Así, en el de la lumbalgia -que puede afectar al 60%-90% de las personas a lo largo de su vida- más del 90% de los pacientes se recuperan en 3-6 meses y más del 90% de las bajas laborales no superan los dos meses de convalecencia.

El tratamiento estándar del dolor agudo con el que trabajan los fisioterapeutas es la electroterapia, basado en aplicar corrientes eléctricas antiinflamatorias o analgésicas. Por regla general, las personas con dolor de espalda precisan un mínimo de 15 sesiones con una duración de 45 minutos cada una para tratar su dolor. No obstante, también se practica la terapia manual, consistente en masajes, estiramientos pasivos y tracciones.

La ozonoterapia, o aplicación de ozono, se ha publicitado en los últimos años como una técnica eficaz para tratar las hernias discales, pero sigue siendo muy controvertida y actualmente carece de evidencia científica suficiente que avale su eficacia y utilidad.